El agua en tiempos de crisis sanitaria y medioambiental

Los gestos desde la institucionalidad

El 23 de marzo de cada año, la Organización Meteorológica Mundial, agencia especializada de  la ONU, conmemora el Día Meteorológico Mundial, que este año tiene por tema central el clima y el agua.

Infografía del día meteorológico mundial 2020

Distintas organizaciones internacionales, gubernamentales y no gubernamentales están trabajando en la visibilización del manejo responsable de los recursos hídricos. Los foros mundiales del agua son una muestra de estos esfuerzos.

Mediáticamente, activistas como Greta Thunberg han alcanzado notoriedad entorno a la problemática medioambiental y la importancia del agua para el desarrollo humano y cómo con su gestión desprolija se acentúan y precipitan las consecuencias del cambio climático.

Sin embargo, la gran mayoría de las iniciativas están centradas en acciones individuales. Cuestionar el tiempo que tardamos en lavarnos los dientes, en tomar una ducha o lavar nuestra ropa, es ciertamente importante, pero bajo ningún paradigma es determinante para frenar las consecuencias más explícitas, inmediatas y brutales de la escasez hídrica.

Por otra parte, las acciones institucionales o no gubernamentales tienen escaso impacto en prácticas políticas o dictámenes legales que impliquen la priorización del carácter de derecho humano del acceso al agua, por sobre los usos industriales, mineros y productivos a gran escala.

Décadas de foros internacionales de cambio climático y acción responsable en el uso del agua, parecen haber hecho muy poco por el planeta.

Es decir, el mundo por acción, inacción o falta de medios sigue destinando gran parte de sus reservas de agua dulce a modelos extractivistas y de explotación masiva de recursos naturales. Un camino que está devastando el medioambiente, haciendo inviable la vida en grandes zonas del planeta y por primera vez en la historia, tocando la puerta de las urbes más importantes del mundo.

¿En que usamos el agua?

Parece paradójico que, siendo la tierra 3/4 partes una masa de agua, tengamos los niveles de escasez que manejamos hoy. Y la respuesta es bastante sencilla, la gran mayoría del agua del mundo corresponde a océanos, agua salada, no potable y con un costoso proceso de potabilización o desalinización.

A nivel mundial la agricultura supone un 70% del consumo mundial. Un 20% es para uso industrial y un 10% para uso doméstico. En los países industrializados las industrias llegan a consumir hasta un 50% del agua disponible para consumo humano.

Todos los procesos industriales, productivos, comerciales y eminentemente humanos, necesitan de agua potable para su funcionamiento.

Por ejemplo, para producir un 1Kg de carne se estima que se necesitan 15.000 litros de agua. La industria alimenticia y particularmente la industria cárnica, es responsable de un enorme consumo de agua dulce, en tanto, el proceso de crecimiento, alimentación y faena de los animales está vinculado al uso de este recurso.

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Los fines con los que estamos utilizando el agua como humanidad están condicionando el acceso de a ella de millones de seres humanos, animales y organismos. El impacto más inmediato es nuestra salud.

El impacto en el sistema sanitario

La pandemia de Coronavirus hoy está instalada en todo el mundo. La higiene es una de las banderas que se han levantado para luchar contra ella. Sin embargo, esta tarea se hace muy compleja cuando el acceso al agua potable y a los servicios sanitarios está condicionado gravemente por el lugar donde vivimos.

Desde la ONU dan algunas señales del manejo sanitario en tiempo de crisis y de la importancia en el acceso al agua.

“Para las personas más privilegiadas, lavarse las manos con jabón y agua limpia es un gesto sencillo. Pero para algunos grupos en todo el mundo es un lujo que no pueden permitirse”, y agregan en la misma línea “lucha mundial contra la pandemia tiene pocas posibilidades de éxito si la higiene personal no está al alcance de los 2200 millones de personas que no tienen acceso a servicios de agua potable”.

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La combinación entre pandemia y falta de acceso al aguas son terribles. En el África Subsahariana, por ejemplo, las sequías ya ha provocado grandes hambrunas, y los países más afectados son precisamente los más pobres.

Países como Zimbabue, Somalia o Zambia, por ejemplo, donde no hay caído una gota en ocho meses. ¿Qué posibilidades tienen  de enfrentar exitosamente una pandemia cuando ya enfrentan tantas otras, además del hambre?

Según la OMS, un 80% de las enfermedades en zonas en desarrollo están relacionadas con la dificultad en el acceso al agua. Entre las enfermedades se encuentran el dengue, la malaria, salmonela, etc.

Un informe de UNICEF establece que 1.700 millones de personas carecen de acceso a agua potable y 3.300 no disponen de servicios de saneamiento adecuados. Para estos cientos de millones de seres humanos, el Coronavirus no es más amenaza que lo que viven diariamente a consecuencia de la falta de acceso al agua.

Es evidente que los problemas con el agua no se reducen únicamente a la situación geográfica, climática o demográfica de los países, la falta de recursos económicos también genera desigualdades a la hora de enfrentarse a este problema. Por ejemplo, según la Comisión Mundial del Agua, los países industrializados (OCDE) han desarrollado un 70% de su capacidad  de almacenamiento de agua en embalses, mientras que la mayoría de los Países en Vías de Desarrollo (PVD) han desarrollado a penas un 20%. Lo anterior, se traduce a que sus sistemas sanitarios tiene, evidentemente, un respaldo y la posibilidad de acceder al agua de forma mucho más sencilla.

El apartheid climático se gesta hoy

El problema no es la producción, en tanto, esta es necesaria para la subsistencia. Concretamente, el problema pasa por el modelo productivo y su lógica que producir sin criterios humanizadores y meramente económicos. Apartada de toda responsabilidad medioambiental y criterio de subsistencia básica.

El agua es un eslabón fundamental dentro de la problemática aquí expuesta.

Si existe escasez hídrica producto de monocultivos y esto afecta la agricultura de subsistencia colindante y la disponibilidad de agua potable de la población vecina, es necesario visibilizar y hacer frente a estos conflictos. La organización de la comunidad, es hasta ahora, la vía por la que se han conseguido éxitos y experiencias positivas. Alcanzar la soberanía alimentaria es el horizonte.

Si la producción de energía eléctrica implica la inundación de gran cantidad de hectáreas de terrenos fértiles de comunidades indígenas y el condicionamiento del acceso al agua potable para sus vidas y las de sus animales, es necesario visibilizar y hacer frente a esta situación. Como lo vienen haciendo diversos activistas indígenas y que les ha costado tener que migrar, ser encarcelados e incluso la vida. Faces of Ecocide, es una importante muestra de esto.

Las posibilidades de acceder a todo tipo de alimentos en el primer mundo, supone que en algún punto del tercer mundo la agricultura está siendo trabajada a una escala de explotación extractivista y condicionando a cientos de millones de personas a ver dificultado su acceso al agua. Esto es un privilegio que debe ser visibilizado, problematizado y cuestionado.

La mitad más pobre de la población mundial, 3500 millones de personas, es responsable de solo el 10 por ciento de las emisiones de carbono, mientras que el 10 por ciento más rico es responsable de la mitad completa. Una persona en el 1% más rico usa 175 veces más carbono que una en el 10 por ciento inferior, según cifras entregadas por Philip Alston, consultor independiente de la ONU.

Migrar a causa de la falta de acceso al agua y con ello a cultivos y/o alimentos básicos es algo que el mundo está enfrentando hoy.

Dilemas morales y humanos existen muchos, ¿En que se reemplea a un agricultor que por décadas a trabajado la agricultura de subsistencia para sostener económica y alimenticiamente a su familia? ¿será acaso el Estado quien se hará cargo de esta situación?

Es evidente que una crisis humanitaria generará desplazamientos forzados a lo largo de todo el mundo. Hace décadas esas crisis humanitarias se fundamentan en guerrillas o conflictos bélicos de constante intensidad y crueles consecuencias.

Sin embargo, hoy está pasando y en los próximos años y décadas venideras estos desplazamientos se fundamentarán, principalmente, en el cambio climático y sus consecuencias.

Producir para subsistir, humanizar para vivir, socializar para resistir.

 

 

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