Las preguntas que Frankenstein y la ciencia nos plantean hoy, parte I
El 01 de febrero de 1851 falleció Mary Wollstonecraft Godwin, quien pasó a la posteridad con el nombre de Mary Shelley y su obra «Frankenstein o el moderno Prometeo».
Frankenstein es una obra monumental y multifacética. En el momento de su publicación fue una obra innovadora y única, que podríamos considerar la inauguración de un género completamente nuevo: la ciencia ficción.

Frankenstein nace en un período de auge de la revolución industrial, publicado en 1818 en la Inglaterra agitada por el proceso de industrialización masiva, los cambios políticos, económicos y sociales que llevaban a preguntarse ¿Cuál es el curso que está tomando la humanidad?
Galvani : El descubrimiento del impulso eléctrico un antecedente para Frankenstein
Luigi Galvani, un médico y fisiólogo italiano de la segunda mitad del siglo XVIII, se convirtió en el precursor de todo un área de la ciencia. A partir, aproximadamente, de 1780 Galvani comenzó a incluir en sus conferencias pequeños experimentos prácticos que demostraban a los estudiantes la naturaleza y propiedades de la electricidad.
En una de estas experiencias, el científico demostró que, aplicando una pequeña corriente eléctrica a la médula espinal de una rana muerta, se producían grandes contracciones musculares en los miembros de la misma. Estas descargas podían lograr que las patas (incluso separadas del cuerpo) saltaran igual que cuando el animal estaba vivo.
Aldini: Un paso más allá, «revivir» seres humanos
En enero de 1803, el cuerpo del asesino George Forster fue sacado de la horca de la prisión de Newgate en Londres y llevado al Royal College of Surgeons. Allí, ante una audiencia de médicos y curiosos, Giovanni Aldini, sobrino del fallecido Luigi Galvani y continuador de su obra, se preparó para devolver el cadáver a la vida.
Al menos, eso es lo que algunos de los espectadores pensaban que estaban presenciando. Cuando Aldini aplicó varillas conductoras, conectadas a una batería grande, a la cara de Forster, los testimonios indican lo siguiente:
«La mandíbula comenzó a temblar, los músculos adyacentes se contorsionaron horriblemente y el ojo izquierdo se abrió de verdad».
El clímax de la actuación llegó cuando Aldini sondeó el recto de Forster, haciendo que su puño cerrado golpeara el aire, como si estuviera furioso, sus piernas patearan y su espalda se arqueara violentamente.

El de Aldini fue uno de los muchos experimentos de este tipo con cadáveres. Él y otros «galvanistas» continuaban la investigación del difunto anatomista de la Universidad de Bolonia que, una década antes, había demostrado los efectos de la corriente eléctrica en el sistema nervioso de las ranas.
De acuerdo con las ideas «vitalistas» de finales del siglo XVIII sobre una fuerza vital, Galvani propuso la existencia de la «electricidad animal». Este «jugo eléctrico», sugirió, se generaba en el cerebro, fluía a través de los nervios y proporcionaba energía a los músculos.
Aunque era un gran defensor del potencial médico de la electricidad (se usaba para tratar la parálisis, el reumatismo, como purgante y para revivir a los ahogados), Aldini admitió que no podía reiniciar un corazón.
Las electrizantes demostraciones de Aldini y otros contribuyeron mucho a nuestra comprensión de la fisiología y la electricidad. Quizás su mayor reclamo a la fama fue la inspiración de Frankenstein (1818) de Mary Shelley, el libro que dio forma para siempre a la imagen popular del científico loco.
Te dejamos invitados a leer la segunda parte de este artículo, donde abordaremos el debate ético en el uso de la ciencia.
Las preguntas que Frankenstein y la ciencia nos plantean hoy, parte II