Las preguntas que Frankenstein y la ciencia nos plantean hoy, parte II
Para Mary Shelley los experimentos de Aldini son, sin dudas, un precedente en la construcción de su Frankenstein. ¿Un milagro o un monstruo?
Las preguntas que Frankenstein y la ciencia nos plantean hoy, parte I
En la obra de Shelley vemos como el monstruo se rebela contra su creador, marcando una visión del devenir tecnológico y científico, al menos, escéptico. ¿Cuál es nuestra evaluación respecto a la integración de la ciencia y la tecnología en nuestra vida?

Los aspectos son múltiples. Desde Future Magazine, queremos plantear al menos tres aspectos muy concretos donde la ciencia y la ética tienen límites difusos, que se deben debatir ampliamente, humanizar radicalmente y universalizar en sus beneficios.
Clonación y manipulación genética
La clonación humana es un asunto en debate aun hoy. Pensar en un ser humano genéticamente idéntico a otro nos lleva a pensar en ¿Cuál es la necesidad de esto? Argumentos en defensa de ello existen y algunos con gran alcance.
Si bien existe un consenso general respecto a la prohibición de la clonación «reproductiva» aquella donde un embrión clonado es implantado en el útero con la finalidad de que nazca un ser humano, esto no es extensible a la clonación «terapéutica».
La clonación terapéutica apunta a a crea y luego destruir un embrión humano clonado, con propósito de investigación científica o médica. ¿La finalidad? obtener células madres para tratar enfermedades diversas, pues se considera que las células en esta etapa tienen un potencial curativo de gran alcance.
¿Podemos manipular de esta forma o con esta finalidad un embrión humano? ¿Qué caminos abre este tipo de ejercicios?
Pero la clonación no es el único campo de perspectivas éticas debatibles, la modificación genética para «evitar» ciertas enfermedades es una realidad y cuenta con antecedentes inmediatos y de alcance mediático global.

Corría noviembre de 2018 cuando se hacía el anuncio del nacimiento de los primeros bebés genéticamente manipulados en el mundo. El genetista Chino, He Jiankui, relataba que la modificación genética apuntaba a hacer inmunes al virus de VIH a los recién nacidos.
La investigación encabezada por He fue profundamente polémica, la investigación no se comunicó a la Universidad donde trabajaba e incluso la institución publicó comunicado:
«desconocíamos este proyecto de investigación y su naturaleza». El Comité Académico del departamento «cree que la conducta del doctor He Jiankui al usar CRISPR/Cas9 para editar embriones humanos ha violado gravemente la ética y los códigos de conducta académicos».
Pero la condena no solo fue académica, también tuvo alcances judiciales. He Jiankui fue condenado a 3 años de cárcel.
Parte de la sentencia establece que, motivado por las ansias de “fama y fortuna” se saltó “las regulaciones nacionales sobre investigación científica y gestión médica de manera deliberada”. Así también el dictamen establece que He falsificó documentos y proporcionó información falsa sobre sus estudios, “rebasando toda línea ética”, el fallo también indica que el científico reclutó para sus estudios siete parejas donde el hombre tuviese VIH y la mujer no. El objetivo del equipo liderado por He era, tras la fecundación, intervenir el embrión para «desactivar» el gen CCR5, empleado por el virus del sida para acceder al sistema inmunológico humano.
Prolongación de la vida y eutanasia
Hoy nos encontramos en una época que posibilita la extensión de la vida, a partir de transfusiones sanguíneas, trasplantes de órganos, hemos posibilitado la creación de complejas máquinas que sostienen la respiración, limpian la sangre de toxinas y permiten mantener con vida a pacientes que, sin estos medios, no podrían hacerlo.
Socialmente entendemos como un logro importante poder prolongar la vida humana, salvaguardando una condición de bienestar multifactorial y en esto la ciencia es una gran aliada.
Por otra parte, nuestras sociedades debaten hoy en día temas como la eutanasia, la muerte asistida y el buen morir.
En abril de 2002 los Países Bajos sentó un precedente en el mundo al convertirse en el primer país en el mundo en legalizar la eutanasia. Poco después, Bélgica y Luxemburgo siguieron este camino. Estos tres países son los únicos de Europa que contempla la posibilidad de la «muerte asistida». Hace unos años se sumaron Colombia y Canadá, aunque cada una con sus propios matices.
Existen distintos conceptos asociados al término planificado de la vida. Por una parte la eutanasia que, a su vez, distingue entre activa y pasiva. La primera de ella acelera el proceso de muerte, evitando con ello el sufrimiento. La eutanasia pasiva, por otra parte, implica la suspensión del tratamiento médico que mantiene con vida al paciente.
Otro concepto es el de suicidio asistido, en el que no hay intervención médica, solo se brindan los medios (medicamentos) al paciente, tomando el la decisión de cuando y como hacer uso de ellos para poner término a su vida.

Al día de hoy solo ocho (8) países contemplan en sus legislaciones la eutanasia o el suicidio asistido. En gran parte del mundo la concepción de sostener la vida «por sobre todo», entra en contradicción directa con el vivir dignamente.
Los dolores de un paciente terminal ¿son compatibles con una vida digna? Por otra parte, un paciente con un sufrimiento psíquico profundo y permanente ¿ puede propiciar el fin de su vida como proceso liberador del sufrimiento?
En cualquier caso, es precisamente este debate el que debemos dar para delimitar cuales son los límites en el uso de la ciencia y como podemos avanzar para humanizarla y hacerla más universal.
Industria animal, clonación y reintroducción de especies animales extintas
Es importante mencionar que, desde la época de la revolución industrial en adelante, los animales también fueron integrados a este proceso experimental, ya no solo como una fuente de alimentos, sino que también como sujetos de prueba de cuestionables experimentos y testeos amparados en la ciencia.
Un debate ético que se extiende hasta nuestros días y que ha ganado fuerza a punta de los movimientos antiespecístas, contra la industria de la carne y el testeo animal.
Pero existe otra dimensión asociada a «resucitar» especies extintas por acción del hombre o condiciones naturales. En un ecosistema frágil como el nuestro ¿será conveniente traer de vuelta especies extintas?
En Future Magazine, hace un tiempo, abordamos este debate en extenso.
Integración a gran escala de Inteligencia Artificial, «derechos de los robots» y Cyborgs
Otro debate ético relacionado con la ciencia guarda relación con la integración de la Inteligencia Artificial en nuestras vidas. Un poderoso instrumento que va desde nuestros teléfonos inteligentes, la asistencia y rehabilitación a personas con capacidades diferentes, hasta la gigantesca industria armamentística que bombardea con drones no tripulados países en líneas políticas diferentes a las suyas.
En cualquiera de estos supuestos una tecnología con avances tan vertiginosos parece necesitar regulaciones urgentes y universales, situación que hoy vemos con precaución dada los escasos avances en esta materia en el mundo.
El 19 de febrero de 2020 la Unión Europea publicó un texto exploratorio sobre los actuales alcances de la Inteligencia Artificial. El texto plantea al menos tres ejes sobres los cuales se debe debatir y avanzar:
1) El desarrollo mismo de la tecnología
2) Los principios y derechos fundamentales, la ética y filosofía bajo la cual se desarrolla dicha tecnología
3) la cadena de responsabilidades (humanas, institucionales, legales) por el efecto e impacto de la misma sobre terceros.
Mientras se debaten las regulaciones generales y específicas, Sophia, una humanoide dotada de Inteligencia Artificial, ya cuenta con la nacionalidad de un país. Esto abre un enorme debate al respecto. ¿Es Sophia una ciudadana de derecho pleno al contar con el reconocimiento legal de un país?
Por otra parte, los «Cyborgs» seres humanos que, en distintos niveles, han integrado la inteligencia Artificial a su vida diaria, permitiendo mejorar, suplir e incluso superar funciones humanas comunes, son una realidad. Incluso los Cyborg se han organizado en organizaciones como la Cyborg Foundation.

Desde mejoras en la percepción de colores y ampliar el espectro de colores perceptibles por el ser humano, la posibilidad de «sentir» un terremoto en el cuerpo en tiempo real, prótesis que reemplazan la función del ojo humano y remiten la información a un chip para generar la imagen a nivel cerebral o el monitoreo de los signos vitales con una minucia asombrosa, hoy son una realidad.
Pero quizás ningún proyecto es tan ambicioso y basto como el impulsado por Elon Musk y conocido como «Neuralink».
El objetivo del desarrollo de esta tecnología, según lo que se conoce, es en el mediano plazo, poder aportar en la solución de problemas médicos, como el alzheimer o los accidentes en los que se ha cortado la médula espinal. En el largo plazo, poder contar con una interfaz que permita conectar a los humanos con computadores y una Inteligencia Artificial, llevando nuestras capacidades al siguiente nivel.
Elon Musk y los últimos avances del chip cerebral que nos conectará al computador