60 años de píldora anticonceptiva y la deuda de la masculinidad en esta materia
Breve recuento de la historia de la píldora anticonceptiva
Corrían los años 60” en EE. UU y salía a la venta al mercado la píldora anticonceptiva oral combinada (PAOC), un método hormonal destinado a evitar el embarazo, impidiendo la ovulación. Una combinación hormonal de estrógeno y progesterona con una efectividad estudiada de entre el 92% y el 99.9%

La posibilidad de contar con un método efectivo de control de natalidad supuso un pilar fundamental en la revolución feminista de mitad de siglo XX, una de las banderas de lucha pasaba por la posibilidad de separar la reproducción del placer en la vida sexual de las mujeres.
Millones de mujeres de todo el mundo comenzaron a tener mayor y progresiva libertad reproductiva, afectiva y sexual, y con esto la posibilidad de insertarse en ámbitos de la vida más allá de lo doméstico, posibilitando una participación política y laboral como nunca en la historia.
Este inmenso descubrimiento fue posibilitado por un equipo dirigido por Edris Rice-Wray, investigadora, activista y pionera, de origen norteamericano. Rice-Wray trabajó durante largos años en Puerto Rico y México donde encabezó investigaciones destinadas a probar la fiabilidad de la píldora anticonceptiva oral en miles de mujeres.

Las limitaciones de la píldora y la diversificación de los métodos anticonceptivos
Los efectos secundarios de la píldora han sido largamente estudiados, aumento de peso, disminución en el deseo sexual, migrañas y alteraciones en el estado de ánimo, se contabilizan entre las más comunes. Todas estas son consecuencias indeseadas y asumidas de forma forzada con el consumo de la píldora. Además, considerando su consumo diario, al mínimo descuido su efectividad para evitar el embarazo se ve resentida, no siendo el método más efectivo para el control de la natalidad.
Por redundante que parezca, la píldora oral inhibe la ovulación, pero no protege de las enfermedades de transmisión sexual, por lo tanto, es tarea obligada buscar la forma, con métodos de barrera, de evitar propagaciones de estas. Existe también una tarea necesaria que guarda relación con la responsabilidad afectiva y sexual, si bien el sexo se puede practicar con fines placenteros, es necesario que esos vínculos sexuales sean responsables en el sentido de exponer, sincerar y compartir las condiciones previas en términos de salud sexual y romper con la lógica y las consideraciones tabúes asociadas a compartir esta información.
Hay otras consideraciones éticas importantes y que se han posicionado en el debate público, esto porque la gran mayoría de las píldoras se testean en animales y contravienen los principios éticos y políticos de los activistas veganos.

La píldora fue el primer eslabón de una larga cadena que hoy nos muestra una muy diversificada oferta de métodos anticonceptivos, la gran mayoría con responsabilidad efectiva que recae sobre la mujer. Los dispositivos intrauterinos, las inyecciones hormonales, los anillos vaginales, las muy diversas píldoras, los métodos de barrera (condones femeninos y masculinos), componen hoy la oferta de la industria.
La deuda de la masculinidad en la anticoncepción
Parece contradictorio con el sentido común que, la mujer quien ovula una vez al mes con una media de vida del óvulo de 48 horas sea quien deba asumir la principal responsabilidad de la prevención del embarazo, esto en comparación al hombre que puede eyacular todos los días, varías veces al día y durante toda su vida. No es aventurado entonces decir que, por cuestiones biológicas debiese ser el hombre quien debiese hacerse cargo, dentro de los marcos de una pareja estable y entendiendo el planteamiento dentro de estos márgenes, de la anticoncepción o que al menos exista una repartición más equitativa de estas responsabilidades.
Hoy la anticoncepción masculina se sustenta en el condón y la vasectomía, pero ¿por qué la industria no ofrece aun una alternativa real, estable y duradera en el tiempo de anticoncepción para hombres?

Esfuerzos han existido, el año 2011 se suspendió un prometedor estudio de un anticonceptivo hormonal masculino inyectable. La inyección de 1000 miligramos de testosterona sintética cada 8 semanas, era capaz de generar a nivel cerebral la idea de que la producción del propio cuerpo ya no era necesaria y, por tanto, inhibir la producción de espermatozoides. Los resultados mostraron que, de 274 participantes continuos, el medicamento alcanzó plena efectividad en el 96% de los casos, pero ¿Por qué se desechó tan prometedor estudio?, los efectos secundarios de la inyección tuvieron repercusión en un 3% de la muestra, suficiente para descartarlo. Es sorprendente atender a este dato, ya que según lo señalado por Elisabeth Lloyd en el año 2016 en un estudio para la revista Archives of General Psychiatry, el 20% o el 30% de las mujeres que toman píldoras anticonceptivas orales experimentan depresión y tienen que tomar medicamentos para ello. ¿Por qué son tolerables los efectos secundarios en mujeres y no en hombres?
En la misma línea, la empresa Parsemus Foundation estuvo trabajando en un gel inyectable testicular, que dejaría pasar solo fluidos puntuales, pero no espermatozoides. El Vasalgel debería haber estado disponible a la venta en el año 2018, sin embargo, nunca salió al mercado.
Pareciera ser que los horizontes vislumbrados en relación con el acceso a métodos anticonceptivos en formato pastilla para los hombres no avanzan con la premura que la sociedad exige. ¿No hemos hecho suficiente? Por lo menos en el primer mundo, donde el acceso a la información no es un problema, los hombres han descansado en sus parejas femeninas en esta materia, privilegios de género que es necesario cuestionar.
Es evidente que, caminar en la vía de la responsabilidad sexo-afectiva masculina es necesario y fundamental. Los hombres deben ser capaces de avanzar en la corresponsabilidad en este ámbito. Utilizar los métodos disponibles y posicionarse públicamente como activistas en la materia es un paso mínimo y necesario para abrir espacios seguros y masivos.