Esclavos del Tiempo
El tiempo, un nuevo control en nuestras vidas. Un control que incluso nos imponemos a nosotros mismos y permitimos dirigir nuestras vidas.
No siempre fue así
Durante cientos de miles de años el hombre vivió sin estar cohersionado a una rutina establecida por una medición de tiempo artificial. El tiempo fue durante muchísimo tiempo algo de carácter relativo. Pensemos tan sólo en aquella vida de campo o aldeas en la edad media. Los ciclos allí estaban marcados por la siembra o la cosecha, por la producción agrícola (tal y como lo estuvo en la mayoría de las civilizaciones originarias). Más que una fecha en específico era el clima mismo el que dirigía el trabajo o la vida, no existía un 31 de Mayo, sino que el momento exacto para cosechar, que era flexible y subjetivo a interpretar. En el campo las fechas, el calendario, tenían muy poca importancia, no se hacían citas, ni nadie caminaba mirando sus relojes. La vida entera estaba determinada por los ciclos de la naturaleza. No existía tampoco nada parecido a una rutina de ocho horas. Existe el mito (que es tan sólo un mito) de que en estas sociedades agrícolas se trabajaba más que en las sociedades modernas. Pero es efectivamente tan sólo un mito.
Diferencia entre la realidad y la percepción
Nuestra percepción del trabajo físico y la vida sin electrodomésticos nos hace interpretar la rutina del hombre del campo como más ardua. Pero la verdad de las cosas es que en estas sociedades agrícolas la población disponía de muchísimo más tiempo del que nosotros podamos imaginar como tiempo libre.

En tiempos de mal clima que en muchos lugares contaba casi todo el inverno no se trabajaba, al irse el sol, durante las festividades (que habían muchas), cuando la siembra estaba terminada, etc. Si bien la supervivencia dependía exclusivamente del fruto de tu trabajo y no había nada parecido a un “mercado” la población tenía para comer, ese era el fruto de su trabajo. La vida del campesino no esta ni por un momento cercana a la utopía de una sociedad justa e igualitaria, pero tampoco lo está la vida del hombre urbanizado. Aquellos que dicen que hemos ganado en calidad de vida se pueden referir a un mínimo porcentaje de la población si desean apoyarse en las cifras reales. Pues la verdad es que la mayoría de la población tiene una rutina de un poco más de 40 horas de trabajo (desconocida para la población rural) y no puede desligarse jamás de su trabajo. Además de vivir en espacios más reducidos, ser víctimas del efecto del estrés y muchas otras consecuencias del llamado «ritmo del hombre moderno»
Invento moderno
Recordemos que hace poco más de cien años se instaló por primera vez un reloj en una plaza pública (el Big Ben) antes de eso la valoración del tiempo como una variante era totalmente desconocida.

Se produjo una revolución en cuanto a la percepción del tiempo con el desarrollo del sistema eléctrico. La industria comenzó a ser dirigida en un formato 24/7. No hay ya ningún impedimento para el freno de la producción, la puntualidad es un valor en extremo importante, es inculcada por todas las instituciones educativas y está internalizada como un valor positivo en nuestra cultura. Claro ejemplo de ello es que se penaliza a los trabajadores que llegan tarde a trabajar, o a los estudiantes en las escuelas.
Del trabajo a la vida personal
Ese mismo ritmo de la industria ha comenzado a gobernar nuestras vidas. Así lo explica el famoso filósofo coreano Byung Chul Han en su obra “la sociedad del cansancio”. Hemos pasado a dirigir nuestra propia vida personal con los formatos de la producción 24/7. Todos queremos ser más productivos y los libros más vendidos son aquellos destinados a romper con el mal hábito de la Procastinación. Perdimos completamente la noción de lo que significa la mera contemplación que gobernó la vida de nuestros antepasados o del ocio que enarbolaron muchos filósofos clásicos.
Ya no hay espacio para ello, ese estar “constantemente conectados” nos ha arrebatado el derecho al descanso. Recibimos notificaciones desde primera hora de la mañana hasta el momento de ir a acostarnos. Las jornadas de trabajo ya no tienen un fin con el término del turno, pues siempre sigue presente la posibilidad de recibir emails o mensajes por teléfono. Cuantas horas extras no habrían de tener que pagar las compañías si se calculase este tiempo extra que debemos dedicar a estar “disponibles”. Pues así es hoy y el que no este dispuesto no será visto como el mártir de la compañía quien abrirá el camino hacia nuevas condiciones laborales, sino que será el raro, el desubicado, el fuera de foco que sigue viviendo el siglo pasado. Pues no es sólo “por trabajo” el motivo por el que estamos siempre conectados, sino porque se ha transformado en una necesidad que cuestiona cada vez más fuertemente nuestra voluntad.

¿Cómo será el futuro?
¿Será acaso el futuro un lugar en donde la gente no duerma pues habremos de haber inventado un modo de vivir funcionando sin la necesidad de descansar? ¿Acaso tendremos relaciones únicamente virtuales que dirigiremos desde al comodidad de nuestro hogar?
O podremos ocupar de una buena vez todo aquel tiempo ahorrado gracias a la tecnología para dedicarnos a hacer lo que nos gusta. O simplemente no haremos nada cuando no se nos dé la gana de hacerlo.
Hace un buen rato que este dejó de ser un mero sueño Orwelliano, se ha convertido en mucho más que eso. Es la conciencia de una generación(los llamados Millenials) que han crecido, he incluso nacido, rodeados de la tecnología. Que han presenciado la rapidez con la que es capaz expandirse a lo largo y ancho del globo. Que conocen su potencial y reconocen que esta llamado a liberarnos y no encarcelarnos.
El futuro puede ser un lugar en el que haya tiempo, muchísimo tiempo, más que el nunca tuvimos, pues la tecnología nos lo posibilita. Pues no tenemos que tardar meses en viajar de un lugar a otro, ni esperar la salida del sol para leer con luz natural, ni tener que contaminar la ciudad con tal de ir a trabajar, pues el internet y los computadores portátiles nos lo permiten hacer desde la comodidad de nuestra casa. Y ese es el lugar que nosotros queremos.