Vórtice polar en Estados Unidos y cambio climático
Hoy será recordado como uno de los días más fríos en la historia de Estados Unidos. El fenómeno que se desarrolla debido a la inestabilidad del vórtice polar genera temperaturas extremadamente frías que rondan una sensación térmica cercana a los -50°C.
En Future Magazine te informamos sobre este fenómeno, su contraparte con una intensa ola de calor en Australia y cuál es su relación con el cambio climático.
¿Qué es el vórtice polar?
Para comenzar, hay que señalar que, muy lejos de algunos titulares sensacionalistas, es un fenómeno totalmente normal, que se encuentra incluso en otros planetas del sistema solar, y que consiste en un área de baja presión rodeada por un cinturón de vientos que ayuda a confinar las bajas temperaturas presentes en los polos. No es un fenómeno nuevo ni afecta sólo a Estados Unidos, ha generado en el pasado olas de frío en Asia y Europa.

El vórtice polar suele estar circunscrito a una zona específica, pero de forma ocasional, como se observa en la imagen superior, cuando los vientos que lo contienen se debilitan debido a un calentamiento en la estratósfera, se expande provocando temperaturas extremadamente bajas, fuertes vientos y nevazones en zonas que no están habituadas, ni preparadas para esto.
Pero aunque las temperaturas generadas sean extremadamente bajas, y sean bastante llamativas, hay que tener claro que la tendencia general es a que las temperaturas sean cada vez más altas, con una marcada caída en las últimas décadas de los episodios con bajas temperaturas, como lo ilustra el siguiente gráfico en el cual se puede apreciar la enorme disminución de la cantidad de noches con temperaturas bajo los -12°C en Minneapolis, una de las ciudades actualmente afectadas.
¿Cuáles han sido los efectos actuales del vórtice polar?
Temperaturas entre los -20 a -30°C con una sensación térmica cercana incluso a los -50°C en Minessota o Michigan producto de los fuertes vientos, 21 muertos hasta ahora producto principalmente de accidentes de tránsito, clases suspendidas y servicios paralizados, aparte de fenómenos poco conocidos como sismos de hielo y turbonadas de nieve.
En las siguientes imágenes podrás hacerte una idea de la situación:
Temperaturas extremas y cambio climático
Mientras que en Norteamérica experimentan temperaturas más bajas incluso que en el Ártico, en Australia viven una ola de calor con máximos que llegaron a 46,6°C en Adelaide, lo que ha provocado muertes, devastadores incendios, sequías y se ha asociado incuso a una masiva mortandad de peces, además de cientos de personas evacuadas.

La relación causal exacta entre el cambio climático y el vórtice polar es un tema en estudio actualmente, suponiéndose que un calentamiento de las masas de aire generarían un debilitamiento en las corrientes de chorro que lo limitan al ártico, generándose más frecuentes e intensas intrusiones del fenómeno en latitudes medias. Además, tanto los episodios asociados al calor o frío extremos son consecuencia directa del cambio climático, esperando que se acentúen en las próximas décadas con el aumento global de las temperaturas, como lo señalan diversos estudios, como el Climate Science Special Report que se enfoca especialmente en los efectos en Estados Unidos.
El mundo se enfrenta a un momento en el que es urgente tomar medidas coordinadas para frenar el cambio climático, teniendo un papel clave los países que más contaminación producen. Donald Trump puede no creer en el cambio climático –y de seguro no sentirá mayormente sus efectos dentro de la comodidad de la Casa Blanca– pero eso no cambia la realidad de que millones de estadounidenses y personas en el mundo sí sienten en estos momentos los efectos del clima extremo, la realidad de que su país es uno de los que más gases de efecto invernadero emite, y la preocupante realidad que enfrentan los refugiados climáticos, personas que debido a la degradación del medio ambiente, el cambio climático, incluso el desaparecimiento de sus hogares debido al aumento del nivel del mar, o a catástrofes naturales deben abandonar sus lugares de origen y emigrar a otros países, lo que es cada vez más frecuente y lamentablemente ni siquiera tienen a nivel internacional aún un estatus jurídico claro, estimándose incluso según la ONU que más de 1000 millones de personas habitan lugares vulnerables a fenómenos climáticos extremos.