Salud en el siglo XXI: ¿dónde nos encontramos y donde vamos? parte II

Este artículo es la II parte de una serie de artículos especiales dedicados a la salud humana dentro de nuestra sociedad, puedes revisar la primera parte aquí:

Salud en el siglo XXI: ¿dónde nos encontramos y dónde vamos? parte I

El cuerpo humano: el negocio de la salud y la medicalización de la vida

El cuerpo humano ha sido visto y tratado bajo nuestro sistema social como una mercancía y como tal, puede ser explotado, comercializado y tranzado.

Prueba de lo anterior son la existencia de mercados para el tráfico de órganos, la selección genética para fecundación in vitro buscando evitar ciertos genes asociados a la preponderancia de algunas enfermedades o los diagnósticos que apuntan a la normalización psico-social de nuestros estudiantes en los sistemas educativos formales, en tanto, se sobre diagnostica y se diagnostican condiciones falsas, con la finalidad de abrir un mercado farmacológico específico para ellos, donde se pueden obtener réditos económicos. (11) (12)

Bajo esta lógica el centro del quehacer de los sistemas sanitarios no es el bienestar, sino la administración de las enfermedades. Y en la administración de las enfermedades es fundamental contar con una variada gama de ellas, así por ejemplo, en nuestro mundo industrializado moderno han hecho su aparición nuevas patologías como: Menopausia masculina, Trastorno de Ansiedad social, Déficit de Atención e Hiperactividad Infantil, Osteoporosis, etc. cuya finalidad última es convertirnos en potenciales compradores de “remedios”, a través de un proceso que se conoce como “medicalización de la Vida”(13), para ello es necesario convertir aspectos normales de la existencia tales como el nacimiento, la vejez, la sexualidad, la infelicidad y la muerte en “enfermedades”, “patologías” o “condiciones”, a través de campañas publicitarias en las que la salud es tratada como una mercancía.

La industria farmacéutica es una de las que manejan grandes intereses en este ámbito, un largo historial de sobornos a médicos por el uso de ciertos medicamentos, faltas a la ética en el testeo de algunos fármacos, comercialización de sustancias con nulas propiedades curativas o paliativas, el alto costo de algunos de estos en comparación con los denominados genéricos, el negocio de las patentes y exclusividad en el desarrollo de vacunas, son algunas de las manifestaciones que posicionan la generación de ganancias por sobre el bienestar de la salud humana. (14) (15)

Indudablemente, las enfermedades existen y son reales. Las manifestaciones biológicas son irrefutables, sin embargo, la forma en como las abordamos es lo que posibilita la existencia de un mercado que perpetúa la lógica de generar ganancias a costa de enfermos.

Este panorama posiciona a la sanidad como una eterna herramienta reaccionaria con muy poca acción preventiva y de planificación frente a las enfermedades y sus causas.

Por último, la privatización de los sistemas sanitarios (16) (17) en el mundo ha dejado a la deriva muchos sistemas de salud públicos, con pocos recursos disponibles, teniendo como consecuencias una infraestructura deciente, recortes de personal, imposibilidad de realizar un correcto seguimiento de enfermedades y pacientes y falta de equipamiento,  dado como resultado que, quienes debiesen ser los beneficiarios, deban hacer uso y pago de los sistemas de salud privado, incluso con la subvención del estado a estas consultas. El COVID-19 nuevamente nos ha mostrado la importancia de tener un sistema de sanidad público robusto, como primera respuesta en la contención de la pandemia. (18)

Buscando nuevas enfermedades

Nuestros hábitos de consumo a gran escala suponen condiciones de explotación animal que facilitan enormemente la generación de zoonosis, es decir la transmisión de enfermedades de animales a seres humanos, así como el camino inverso, la antropozoonosis. Estas condiciones incluyen el consumo, sobre todo, de los productos de la industria de explotación animal.

La industria cárnica expone a los animales a condiciones de vida de hacinamiento forzado, propiciando enfermedades fácilmente transmisibles a los seres humanos, a la vez que acelera la expansión de estas, dado lo globalizado de los mercados y el consumo, no es raro comer en China carne de origen argentino o salmones criados en Chile. (19)

Si bien, el debate incluye una profundidad ética ineludible, cualquier industria que trabaja a esta escala es insostenible en el tiempo, si se considera el profundo impacto medioambiental que acarrea consigo. La industria alimenticia en sus facetas de producción cárnica y de granos, necesita de amplios terrenos de cultivos y pastoreo, que en los últimos años han implicado una deforestación masiva. Así también, necesitan de enormes cantidades de agua dulce, cada vez más escasa entre las poblaciones humanas. (20)

Nuestras formas de producir son insostenibles por el altísimo costo medioambiental y humano que están generado. Pero en las lógicas extractivistas y de gran escala, la relevancia de lo humano parece estar completamente subordinada a la lógica de la maximización de ganancias, por lo que un cambio sustancial no es esperable.

La reciente epidemia de COVID-19 es una muestra del enorme impacto que puede tener una zoonosis. Pero existen ejemplos mucho más directos y cotidianos, la gripe aviar, la gripe porcina y la enfermedad de la vaca loca, son algunas de las enfermedades que se han dado en especies que son parte de la alimentación de grandes poblaciones de seres humanos. (21)

Así también, existen zoonosis como las anteriormente mencionadas, que han avanzado y aparecido por la depredación de los hábitats naturales de muchos animales salvajes. La reducción de los espacios naturales para la obtención de terrenos de siembra, la construcción de asentamientos humanos y/o forestales, nos han puesto en contacto directo con especies que habitualmente no interactuamos.

Mientras la actividad humana suponga la explotación y el avance irrestricto sobre todo hábitat, con toda seguridad nos seguiremos encontrando con nuevas pandemias que supongan un desafío para nuestros sistemas sanitarios y nos hagan replantearnos nuestro concepto de salud humana.

Propuestas para una salud más humana

Avanzar en ambas áreas descritas, es decir, en salud y sanidad es un desafío que puede suponer la posibilidad de seguir existiendo como especie humana.

La salud humana debe ser entendida como multidimensional y convivir en la diversidad. La ciencia y la medicina occidental, así como la medicina tradicional China o la que ejercen los pueblos indígenas de Latinoamérica, aunque inconmensurables entre sí, pueden convivir.

La efectividad farmacológica de la medicina occidental, aunque real y testeada, aborda los aspectos meramente biológicos de un ser humano. A su vez, se ha tendido a medicalizar los aspectos de nuestra vida, situando como “enfermedades” manifestaciones de descontento social, político y económico. Este es uno de los aspectos fundamentales a problematizar en búsqueda de una salida conjunta para la humanidad.

A su vez, la medicina tradicional aborda al ser humano con una integridad mucho mayor a la occidental, situándolo en directa relación con su medioambiente y con la espiritualidad gestada en esta interacción.

Sin embargo, no debemos olvidar que la medicina occidental salva vidas con sus intervenciones y no podemos depositar las posibilidades de superar una enfermedad, contenerla o tratarla solo en el aspecto espiritual.

En la misma línea, la salud debe avanzar hacia una visión colectiva. Mi bienestar biológico individual no se desliga de las condiciones medioambientales, sociales y económicas que enfrenta la sociedad en la que vivo y aun más específicamente, mi grupo humano más cercano.

En lo que respecta a la gestión de la sanidad, es importante esclarecer que la técnica, las ciencias y la tecnología deben ser empleadas con criterios universales. En la actual contingencia sanitaria ¿de qué manera podemos pensar en comprender los efectos y el avance del COVID-19 o combatir efectivamente la pandemia si no se emplean estándares universales para su detección y el conteo de fallecidos?

Por otra parte, no podemos seguir produciendo medicamentos para sobrediagnósticos o solo para quienes pueden pagarlos.

Los estados, dentro de la jurisdicción que les compete y las relaciones que establecen entre ellos, deben ser capaces de ofrecer garantías de acceso universal a la salud a todos sus ciudadanos, independiente de sus ingresos, condición migratoria o religión.

Es evidente que la gestión de un estado es limitada y en ningún caso supone la solución a un sistema de explotación global.

Es necesario cambiar el centro del quehacer en el bienestar humano y con relativa urgencia. El capitalismo no ofrece garantías ni condiciones para que esto sea factible. La lógica mercantil y las expresiones neoliberales hacen que todo sea visto como una mercancía que se puede tranzar, incluso nuestra salud.

 

 

 

 

 

 

 

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